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Con el cambio climático que asola el mundo, las mujeres y las niñas son particularmente vulnerables a la violencia de género y a prácticas nocivas tales como la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil, a malos resultados maternos y al acceso restringido a servicios e información sobre la salud y los derechos sexuales y reproductivos.

Sin embargo, en vez de relegarlas de nuevo al papel de víctimas, este Día Internacional de la Mujer (cuyo tema es “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible”) reconoce la importancia de su participación y de sus valiosas aportaciones en la adaptación, mitigación y respuesta ante los cambios de nuestro planeta. El tema está en consonancia con el tema de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de este año (14-25 marzo): “Lograr la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y las niñas en el contexto de los programas y las políticas del cambio climático y la reducción de los riesgos de desastre y ambientales”.

Es esencial que las mujeres formen parte del proceso a todos los niveles, desde los puestos de gobierno hasta la calle, de la política a la práctica: tanto sus intereses como sus recomendaciones deben tomarse en cuenta. Al adoptar la decisión del Órgano Subsidiario de Ejecución en noviembre, la COP reconoció “que la participación y el liderazgo pleno, significativo y equitativo de las mujeres en todos los aspectos del proceso de la CMNUCC [Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático] y en las políticas y acción por el clima a nivel nacional y local es fundamental para lograr objetivos climáticos en el largo plazo”.

El cometido de gobernar el planeta corresponde a todos, no solo al 50 por ciento de la población; y para que la otra mitad de los habitantes del mundo se involucre, tienen que poder alcanzar su potencial mediante el ejercicio de sus derechos a la salud y a la autonomía corporal, entre otros. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático ha “señalado la probabilidad de que tanto el cambio climático como las intervenciones sobre el cambio climático que ignoran las diferencias de género podrían agravar la desigualdad de género”.

Queremos recordar el trabajo de la ecologista y abogada por los derechos de las mujeres Wangari Maathai, quien fundó el Movimiento Cinturón Verde porque “en parte estaba respondiendo a las necesidades que las mujeres de zonas rurales habían detectado, en concreto la falta de leña, agua potable, dietas equilibradas, cobijo e ingresos.

En toda África, las mujeres son las principales cuidadoras y asumen responsabilidades significativas para cultivar la tierra y alimentar a sus familias. Es por ello que normalmente son las primeras en percatarse del daño ambiental a medida que los recursos son más escasos e insuficientes para mantener a sus familias”. En su discurso tras recibir el Premio Nobel de la Paz en 2004, Maathai prosigue: “las implicadas descubren que deben ser parte de la solución. Se dan cuenta de su potencial oculto y se empoderan para vencer la inercia y actuar. Acaban reconociendo que son las principales cuidadoras y beneficiarias del entorno que las sustenta.”

Nuestro futuro es el futuro del planeta. Las mujeres y las niñas deben tener voz en su destino.