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En el corazón de Bolivia, se encuentra el departamento de Cochabamba a una altura aproximada de 2500 metros sobre el nivel del mar. Con un clima agradable y templado, recibe numerosos inmigrantes de las ciudades y provincias mayormente de los departamentos de Oruro, La Paz y Potosí por el occidente; Chuquisaca junto a Tarija por los valles, y Beni junto a Santa Cruz desde el oriente. Las zonas noroeste, sudoeste, y especialmente la zona sur es el destino de muchos migrantes que llegan a la ciudad de Cochabamba. 

Una de estas personas migrantes es María Chantal Cuellar, mujer transgénero y activista por los derechos humanos de las personas LGBTQI. Nació en La Paz, creció en Oruro y vivió toda su vida en Cercado, Cochabamba, departamento que la acogió cuando decidió huir de un pasado muy triste y lleno de violencia debido a su orientación sexual e identidad de género.

“Mi niñez fue traumante porque sufrí violencia sexual. Fue un hecho que me cambió la vida por completo y fue la causa de que por mucho tiempo me sintiera desorientada y perdida en la vida”, comienza su historia Chantal. Ella recuerda que tal vez si hubiera accedido a más información y apoyo dentro de su hogar su vida sería distinta. Afirma que su salud mental quedó muy afectada y dañada no sólo por lo que le pasó de niña, sino también, porque a lo largo de su vida sufría constantes situaciones de violencia y discriminación. “Llegué a tener conductas autodestructivas, estaba destinada a no vivir lo suficiente, pensaba que moriría abandonada en una calle, drogada y bebida, tal vez como parte de una noticia amarillista, pero sin que nadie sepa la verdad de mi historia”, relata con tristeza, mientras en su rostro se dibujan atisbos de tristeza.

Recuerda que, en el colegio, sus compañeros de curso la golpeaban en los recreos por ser distinta a los demás y fue peor cuando entró al ciclo intermedio (ahora primaria superior), porque su cuerpo comenzaba a expresar su verdadera identidad. En las clases de educación física solían dividirles en dos filas, una de chicas y otra de chicos. Ella sentía terror vestir short y polera porque era sujeta de burlas. Esta situación la obligaba a provocarse mareos y vómitos para no pasar las clases lo que ocasionó un día que llamaran a sus padres para contarles lo que estaba sucediendo.

Chantal afirma que más discriminación sufría por parte de los chicos, “ellos eran machistas, esto no lo aprendes, te enseñan a ser machista y violento”. El profesor de matemáticas le decía que se comporte como hombre y se paraba a su lado de su pupitre para que termine su tarea y eso la intimidaba, por ello, ahora no soporta que alguien se pare junto a ella como en tono de vigilancia y censura. Toda esa etapa colegial estaba cargada de violencia, relata con cierta angustia en su voz.

“Cuando salí bachiller mi mamá me decía que estudie, pero yo no quería ni loca porque me daba ataques de pánico de solo pensar qué me iba a pasar en la universidad”.  Así, sin rumbo en ese entonces de lo que haría en su vida, conoció a una amiga que la llevó al trabajo sexual a lo cual accedió porque de algo tenía que vivir.

Cuando comenzó su cambio y tratamiento hormonal fue una situación de constante miedo e incertidumbre por la censura de la sociedad. Obligada por las circunstancias y consejo de su madre, estudió secretariado ejecutivo, carrera que nunca ejerció por miedo al rechazo. “Soy hija de una madre soltera y sabía que mi mamá supo desde el principio de mi diferencia, nunca me dijo nada al respecto y cuando ella se hizo de pareja, yo sabía que debía huir, por eso escapé a otra ciudad donde seguí ejerciendo la prostitución”, nos dijo.

Una vez, por causa del alcohol y las drogas, tuvo que ir a emergencias del hospital más cercano porque había dañado notablemente su salud. Primero la llevaron a la sección de mujeres, pero cuando le pidieron sus documentos de identidad y leyeron su nombre masculino, la trasladaron al pabellón de hombres donde todos la miraban raro, incluso los médicos y sus practicantes poniéndola como ejemplo de los cambios que había sufrido.

Sin embargo, lo que más le violentó fue que aún, estando internada, un médico le preguntó varias veces si había tenido diarrea a lo que ella le dijo que hace tiempo que no y que no recordaba, pero a tanta insistencia del médico, le tuvo que decir que hace dos años. Entonces el doctor le indicó inmediatamente que debía hacerse varias pruebas para descartar VIH. “Me sentí muy mal. Me sentí discriminada y rechazada, pero cuando salí negativa a la prueba de ELISA fue como un segundo despertar en mi vida que cambió mi rumbo”, afirmó con valentía.

“Me dieron de alta, salí a la vida, respiré profundo y comencé a organizarme junto a otras compañeras. Nos contamos nuestras historias, nos desahogamos y así el activismo cambió mi vida. Me digo a mí misma que voy a morir en las calles, pero exigiendo mis derechos y en el activismo. No soy rencorosa con la vida, soy agradecida porque siendo diferente es que desperté ante las nuevas posibilidades que me daba la vida”, indica con firmeza.

Chantal piensa que el primer espacio donde sufren discriminación es en sus hogares. Si bien hay normativas positivas para las personas LGBTQ en Bolivia, aún queda mucho por hacer y más en casos de las mujeres y hombres trans donde al parecer no hay una luz que les brinde esperanzas de respeto por sus derechos. Considera que el derecho al trabajo es vulnerado, más aún cuando se es una persona trans, asimismo, nos dice que estudiar es complicado y peor cuando se pertenece a las diversidades sexuales e identidad de género.

Ahora, como coordinadora del Movimiento Transfeminista, responsable de la Casa Trans de Cochabamba y representante titular de las poblaciones vulnerables al VIH e ITS en el Mecanismo de Coordinación País (MCP), instancia que gestiona y fiscaliza los recursos del Fondo Mundial para la lucha contra las 3 enfermedades: malaria, tuberculosis y VIH, puede hacer más por las personas que sufren discriminación por causa de su orientación sexual e identidad de género.

Gracias a los recursos gestionados por estas iniciativas, Chantal y sus compañeras, han podido crear 7 casas de acogida, como espacios para personas trabajadoras sexuales en el país (Santa Cruz, Cochabamba, La Paz y Trinidad), donde reciben apoyo legal, psicológico, apoyo a pares y sus familias, precisamente para que no pasen lo mismo que ella en la vida.

Chantal reconoce que este tipo de acciones y fortalecimiento de organizaciones de las diversidades no sería posible sin el apoyo de organismos como el Fondo de Población de las Naciones Unidas que no dudan en brindar asistencia técnica y recursos a las organizaciones de las poblaciones LGBTQI+.

DATOS BOLIVIA

  • Según el “Informe de Derechos Humanos LGBTIQ+ en Bolivia 2021-2022”, realizado en el marco del Proyecto: Agenda de Exigibilidad 2020-2022 presentado por la ONG IGUAL[1], el 50% de las personas encuestadas fue víctima de discriminación en algún espacio debido a su orientación sexual e identidad de género (OSIEG), el 40% fue víctima de violencia por su OSIEG y el 80% prefiere no realizar una denuncia.
  • Este mismo informe indica que el 75% afirman que las personas LGBTIQ+ no tienen acceso a la justicia, el 60% no cuenta con seguro de salud, el 40% no cuenta con una fuente laboral estable y el 37% prefiere no decir su OSIEG en su trabajo por miedo a perderlo.
  • Por otro lado, el 30% afirma haber sufrido discriminación en el ámbito educativo, el 20% no ejerció su derecho al voto en las últimas elecciones, 1 de cada 10 tuvo problemas a la hora de votar debido a su OSIEG, el 30% considera que una persona LGBTI no puede participar libremente en la vida política.
 

[1] INFORME DERECHOS HUMANOS LGBTIQ+ EN BOLIVIA 2021 – 2022. ONG IGUAL, La Paz, Bolivia, Marzo, 2023.