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Alejandra Aliaga Chipana nació en 1952 en Tiquina, provincia Manco Kapac del departamento de La Paz en Bolivia. Con 72 años es una mujer inquieta y alegre que acompaña a su nieta en las actividades que desarrolla cotidianamente. Para ella su niñez fue una etapa diferente desarrollada en el campo, pero donde la presencia de normas sociales de género discriminatorias limitaron su posibilidad de permanecer en la escuela y continuar sus estudios. 

“Mi niñez la viví en Tiquina junto a mi hermano, mi mamá y papá. Como yo era wawa (niña de corta edad en aymara), me la pasaba jugando, y caminando detrás de mi papá y mamá. A ellos les gustaba bailar y yo también lo hacía detrás de ellos. A veces se emborrachaban y yo estaba con ellos, jugando” afirma sonriente. “Desde que recuerdo siempre estuve con pollera. De niña caminaba con mi pollerita hecha de bayeta de la tierra (tejido rústico). Mi mamá me vestía de varios colores porque ella teñía la bayeta, y así tenía tejidos con varios colores. Ella me vestía como a una muñequita para llevarme por el campo. La pollera es parte de lo que yo soy, y desde mi tatarabuela siempre hemos usado pollera y seguramente antes de ella, también la usaron mis antepasados”. 

“Hubo un tiempo corto en el que estuve en la escuela, pero finalmente mi mamá llevó a casa del profesor papa, quesos grandes y ocas, como regalo, para que me diera permiso y así no tuviera que ir a clases. Y así fue, dejé de ir a la escuela. Esto ha sido para mí muy triste porque como yo he sido la única hija mujer, tenía que estar en casa haciendo las tareas del hogar. Mi papá y mamá me criaron muy querida, y aunque era obligatorio poner a los hijos a la escuela, fue mi mamá quien no quiso que yo estudiara. Ella decía que yo tenía la obligación de ayudarle en la casa y hacer las tareas que hace toda mujer. El estudio es para los varones me decía, y aunque mi hermano no terminó de estudiar en la escuela, él pudo llegar hasta quinto básico” afirma con nostalgia. “Algo que me duele es no haber podido estudiar. Estoy segura de que, si hubiese estudiado, entonces hubiese tenido mejores oportunidades en la vida”.

Tejido y maternidad

"Como no fui a la escuela, aprendí de mi mamá a tejer e hilar, y eso hice durante mi niñez y hasta la juventud. El tejido es una tarea común para las mujeres, sobre todo en el campo. Es muy importante saber hilar y tejer porque con eso ayudamos en la casa, podemos tejer para nuestro uso, pero también para vender” afirma sonriente. Para Alejandra el tejido es un forma de encontrarse consigo misma, y según explica es el momento en el cual ella canta, vive sus sentimientos, sus alegrías y también sus frustraciones.

Una vez que Alejandra decidió migrar a la ciudad, se encontró con otras realidades y entre ellas con la decisión de casarse y ser madre. "A los 25 años yo decidí casarme, porque pensaba que ya era mayor de edad y todos me decían que ya era tiempo que debía hacerlo. Además, las personas de mi edad ya tenían dos wawas. Por eso decidí casarme. Recuerdo que mis tías me decían: no tienes que entregarte fácilmente a cualquier persona, porque una vez que tengas relaciones, la única que se perjudicará y perderá serás tú, por eso primero debes casarte. La mujer debe casarse, me decían".

"Me casé y pasó el tiempo. Entonces yo decidí ser mamá. Mi primer hijo lo tuve con la ayuda de una partera. Cuando ya se acercaba el tiempo de tener a mi hijo, decidí volver a Tiquina, mi pueblo natal, para tener a mi wawa en la casa. Recuerdo que la partera era muy buena, me daba mates calientes y me tocaba la barriga para ver la posición de mi wawa, y de rato en rato tocando mis manos y mi pulso me decía el tiempo que faltaba para dar a luz. Así tuve a mi primer hijo, sin problemas y rápido. Cuando te atiende la partera te sientes más segura, es como si fuera de la familia”. En Bolivia, las parteras pueden prestar hasta el 90% de los servicios esenciales de salud sexual y reproductiva, aportando con su experiencia y asesoramiento a las mujeres, allí donde se encuentren (UNFPA, 2024).

"Si pudiera cambiar algo en mi vida, lo que haría sería estudiar, porque así puedes tener mejores oportunidades de vida y saber cuando tomar tus decisiones. También puedes hacer planificación y saber cuándo quieres tener a las wawas. Cuando tienes educación puedes ejercer mejor tus derechos" afirma segura Alejandra. Ella es tejedora aymara en Bolivia y también forma parte de la agrupación "Warmi Empollerada" una iniciativa que promueve el ejercicio de derechos de mujeres, sobre todo aquellas que se encuentra en situación de vulnerabilidad. Warmi Empollerada trabaja en alianza con UNFPA Bolivia. Alejandra constituye una hebra importante en un tapiz de 8 mil millones de personas en el mundo que hoy aporta en este tejido común, avanzando para promover mejores condiciones con derechos sexuales y derechos reproductivos.

Según el informe de Estado de la Población Mundial 2024: alrededor de 800 mujeres murieron cada día, por causas prevenibles relacionadas con el embarazo y el parto. Para una de cada diez mujeres, utilizar anticonceptivos no depende de su voluntad. El Fondo de Población de las Naciones Unidas trabaja para que cada embarazo sea deseado, cada parto sea seguro, y cada persona joven alcance su pleno desarrollo.

Historia escrita por: Rigliana Portugal rportugal@unfpa.org
Fotos: UNFPA Bolivia/André Manjón