En el mundo hay actualmente más de 30 millones de personas refugiadas e internamente desplazadas, de ellas el 80 por ciento son mujeres y niños.
Este articulo es un homenaje a ellas, a su valor, a su solidaridad, a su fuerza.
En la mayor parte del mundo las mujeres son las encargadas del cuidado de los miembros de la familia, del mantenimiento del hogar, de la alimentación e incluso de la producción, contribuyendo así al sostenimiento de las economías locales y las estructuras sociales.
En las situaciones de emergencias todos estos roles llegan a multiplicarse; en muchos casos son ellas las únicas fuentes de cuidado, especialmente cuando los hombres han muerto o han sido heridos. Convirtiéndose así, las mujeres y niñas en las trabajadoras de asistencia humanitaria. Ellas son las encargadas de recoger las tareas cotidianas, contribuyen a reconstruir las escuelas, atienden a los enfermos, etc. Asumen tareas adicionales que ponen en riesgo su propia integridad, agravando su vulnerabilidad a la malnutrición, la violencia, la explotación sexual, las infecciones de transmisión sexual, el embarazo no deseado y el parto sin asistencia, entre otras.
La carga de cuidar a los demás a veces dificulta que cuiden de ellas mismas, postergando sus propias necesidades. Estos factores pueden cobrar un precio muy alto a su bienestar.
Las emergencias afectan de forma diferente a las mujeres y a los hombres. La acción humanitaria debe asegurar la incorporación de la perspectiva de género.
Las mujeres tienen sus propias necesidades de salud, desde las relacionadas con la higiene hasta las complicaciones del embarazo y parto, que pueden amenazar sus vidas. La malnutrición y las carencias de vitaminas y hierro pueden ser mortales para las embarazadas, al mismo tiempo que el estrés que acarrean los desastres y emergencias suelen contribuir a un aumento de la violencia sexual y abusos.
En la mayoría de las situaciones las mujeres y niñas suelen ser las encargadas de recoger el agua, la leña, los suministros; si éstos están alejados la responsabilidad puede resultar, además de físicamente agotadora, peligrosa. Lo mismo sucede con el acceso a los servicios sanitarios; cuando estos quedan lejos del albergue o de las viviendas. Por ello es importante asegurar una iluminación adecuada, patrullas nocturnas, escoltas y albergues separados para mujeres y niñas no acompañadas; para prevenir cualquier agresión sexual y velar por la dignidad y el bienestar de ellas.
A menudo, en la prisa por ofrecer la asistencia humanitaria, se dejan de lado importantes necesidades, UNFPA trabaja para garantizar que se incorporen consideraciones de género, y que las necesidades específicas de la mujer estén aseguradas.
La experiencia demuestra que cuando las mujeres son las encargadas de la distribución alimentaria, es más probable que esta llegue donde se necesita, reduciendo la corrupción y la explotación sexual.
Promoción de la maternidad sin riesgo
El promedio de mujeres -en edad de procrear- que está embarazada en situaciones de desastres es una de cada cinco; la propia situación de crisis empuja a muchas mujeres hacia un parto prematuro, careciendo de los artículos más básicos para un parto no contaminado, agravado en muchos casos por malnutrición, enfermedades y pérdida de apoyo médico.
Las mujeres que mueren en partos, dejan atrás familias devastadas. Los hijos que sobreviven tienen más probabilidad de morir precozmente y menos probabilidades de concluir su educación.
UNFPA en situaciones de crisis, envía suministros y equipos de emergencia para mitigar los riesgos de parto y apoyar las intervenciones medicas necesarias. Trabaja para la provisión de servicios de planificación familiar (entrega de condones y otros suministros), imparte capacitación a los agentes de salud y las parteras para asegurar que las mujeres reciban atención especializada en todas las etapas del embarazo y parto.
Prevención de las infecciones de transmisión sexual
Los desplazamientos y la desintegración de las familias y las comunidades – combinados con el deterioro de las infraestructuras de salud y educación y la repentina desaparición de los condones – pueden redundar en que aumente el número de relaciones sexuales sin protección.
Es posible que el equipo y los suministros para detectar la contaminación de la sangre queden destruidos al mismo tiempo que aumenta la necesidad de efectuar transfusiones sanguíneas.
La situación desesperante puede obligar a las mujeres y las adolescentes no acompañadas al trueque de relaciones sexuales a cambio de alimentos, albergue o protección.
Cuando las familias y las comunidades quedan desgarradas, las mujeres y los jóvenes se hacen más vulnerables a la violencia sexual.
Todo ello, hace que las condiciones reinantes durante las emergencias acrecienten el riesgo de transmisión del VIH y otras enfermedades.
Tan pronto como sobreviene una emergencia, el UNFPA envía condones, equipo de suministro de sangre no contaminada y otros artículos para prevenir el VIH. Se establecen actividades de prevención más completas cuando la situación se estabiliza, y en campamentos de refugiados.
Combatir la violencia sexual
La violencia sexual ocurre en todas las etapas de un conflicto y puede generalizarse después de un desastre natural. Las víctimas suelen ser mujeres y adolescentes, que a menudo han quedado alejados/as de sus familias y comunidades. En muchos conflictos, los cuerpos de las mujeres se transforman en campos de batalla donde se utiliza la violación a manera de arma de guerra para humillar y dominar al enemigo o destruir sus lazos sociales.
El UNFPA colabora con gobiernos, organizaciones locales y otros aliados en actividades humanitarias, a fin de proporcionar atención médica y apoyo social a las sobrevivientes de actos de violencia sexual y también para prevenir la reiteración de los ataques.
Frente a las emergencias, las mujeres son capaces de mantener unidas a las familias y comunidades, Contribuyen a restaurar tradiciones y costumbres y reparan relaciones, cuidando al mismo tiempo a la generación joven. Son agentes claves en la reconstrucción de paz.
Por todo ello, por su excepcional capacidad de resiliencia y fortaleza, UNFPA trabaja junto a ellas; porque en la asistencia humanitaria es una responsabilidad compartida de todos/as los/as agentes humanitarios/as velar por la igualdad de género y comprender la diversidad, desigualdades y capacidades de las mujeres y los hombres; solo así podemos garantizar la calidad y la eficacia de nuestro trabajo.