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Roxana Vargas Alí, nació en La Paz, Bolivia y a sus 52 años es una exitosa emprendedora dentro el rubro del diseño, la costura y la venta de trajes de chola, tarea que realiza con fascinante calidez. Su franca sonrisa es una sutil muestra de la mujer alegre y trabajadora que es, y que pese a las adversidades ha moldeado, con resiliencia, el carácter propio de la chola (mujer de pollera) que avanza por sus sueños con perseverancia y honestidad.

"Estudié hasta mis 15 años y luego decidí dejar los estudios e iniciar con el trabajo. Comencé como niñera y luego en la cocina. El tiempo pasó y quedé embarazada a los 19 y fue entonces cuando tuve que casarme. Yo no sabía nada de métodos anticonceptivos, ni de planificación, pero al quedar embarazada mis padres me dijeron que debía casarme. Y así tuve que hacerlo”.

El sonido de la máquina de coser que ella maneja con destreza, a momentos se detiene marcando espacios de silencio en el diálogo. Roqui, como la conocen sus familiares y amigos, explica que tras su matrimonio, las necesidades se fueron presentando. “Yo necesitaba tener dinero para mi hija. Hablé con mi esposo y pude continuar trabajando, porque al principio él no quería. Finalmente, lo convencí. Me levantaba muy temprano en la mañana para trabajar y lo hacía hasta la noche. Mi hijita se quedaba al cuidado de mi mamá. Ella me ayudó  atendiendo a mi hija. Prácticamente ella fue quien crio a mi Jesi”.

Roxana no había recibido ni en su familia, ni en la escuela, información sobre educación integral en sexualidad, por tanto no conocía de la salud sexual y reproductiva y mucho menos de sus derechos sexuales y derechos reproductivos. “Como no usaba ningún método, pasaron los años y por segunda vez quedé embarazada”. Roqui tuvo a su segunda hija por cesárea, pero fue una etapa muy compleja donde estuvo a punto de perder la vida. “Cuando me embaracé de mi segunda hija, el momento de tenerla fue difícil. Fui al médico y me hicieron cesárea. Cuando ya me dieron de alta, tuve que volver al hospital, porque tenía dolores fuertes. Entré otra vez al quirófano para que me operen, porque se habían olvidado una gaza. Me salvé de milagro”.

“Ya con mis dos hijas, el trabajo fue creciendo, al igual que los problemas por la infidelidad de mi esposo. Vi en el trabajo un refugio a mis problemas, sin importar el tiempo trabajaba para salir adelante. El tener tu plata también es una forma de ser independiente” afirma convencida. Ella reinició el trabajo con tareas del hogar para una familia extranjera. “Cuando mi hija menor tenía siete años, comencé a trabajar haciendo labores del hogar con una familia norteamericana y luego con otra. Aprendí a trabajar y a acomodarme. Finalmente, cuando mi hija menor tenía catorce años, me fui a trabajar por un año a Carolina del Norte en los Estados Unidos”. La decisión de irse a otro país no fue fácil, pero el tener el apoyo de su mamá -que se quedó a cargo de sus dos hijas- fue el impulso que necesitaba. "Hubiese sido difícil el poder irme, si no hubiese tenido a mi mamá y su apoyo con mis wawas. Después del año, volví a Bolivia y llegando continué con el trabajo”.

“Necesitaba dinero y fue entonces cuando decidí emprender y abrir mi tienda de ropa donde ofrecía trajes de cholita en el Desaguadero (frontera entre Perú y Bolivia). Ese tiempo viajaba llevando mercadería de La Paz al Desaguadero y a veces tenía que viajar de madrugada o muy tarde por la noche. Todo iba avanzando regularmente hasta que comenzaron los conflictos en Bolivia y luego la pandemia (COVID-19). Fue muy difícil, casi cierro mi tienda. A momentos quería renunciar, pero luego me decía no, porque era mi esfuerzo. Aprendí mucho sobre cómo manejar la tienda, atender a las clientes, conocer más de las telas, de hacer diseños de moda pensando en la mujer de pollera. Eso es lo que me hace feliz y me gusta. Ahora tengo dos tiendas, una en la calle Kollasuyo y otra en la zona de Ovejuyo. Diseño y costuro”. 

Han transcurrido poco más de 30 años desde que nació su primera hija y desde su recorrido de vida Roqui afirma que el estudio es la llave que abre puertas. “Siempre les dijo a mis hijas y sobre todo a Jesi que no dejen de estudiar, para prepararse. Si aprendes puedes  hacer las cosas bien, planificar y salir adelante. Me hubiese gustado viajar, bailar más, aprender más, pero nunca es tarde” afirma sonriente. “Ahora que mi Jesi usa pollera, para mi es un orgullo, porque también es profesional, algo que es muy importante. Me gusta la pollera, porque una parada (traje completo de chola) es caro y porque usar la ropa de chola te levanta el ánimo, te da valor, te empodera”.

Este año es el 30 aniversario de la Conferencia Internacional de la Población y el Desarrollo CIPD30 que fue celebrada en El Cairo en 1994. Este evento sentó las bases para renovar la importancia del significado del desarrollo sostenible centrado en las personas. El Programa de Acción de la CIPD permitió a las mujeres abordar el derecho a decidir libremente si querían tener hijos o no, y cuándo; ejercer la autonomía sobre su cuerpo, y vivir libres de violencia. Pese a los avances alcanzados este tiempo, el Informe del Estado de la Población Mundial 2024 del UNFPA señala que a nivel mundial alrededor de 800 mujeres murieron cada día por causas prevenibles relacionadas con el embarazo y el parto; y que para una de cada diez mujeres, utilizar métodos anticonceptivos no depende de su voluntad.

En 30 años la vida de mujeres como Roxana y su hija Jésika, ha cambiado, pero está claro que el ejercicio de los derechos sexuales y derechos reproductivos sigue siendo prioridad y requiere procesos de "empolleramiento" que permitan el "empoderamiento" efectivo que claramente Roqui ejemplifica desde su experiencia de vida.

Historia escrita por: Rigliana Portugal rportugal@unfpa.org
Fotos: UNFPA Bolivia/Soluciones Digitales Bolivia