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La Paz, 26 de mayo de 2015.-El Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), con motivo de la conmemoración del Día de la Madre en Bolivia, advierte sobre las alarmantes consecuencias de la maternidad en la adolescencia en el país. Como consecuencia miles de adolescentes, entre 15 a 19 años, vive esa etapa en solitario, suspendan sus estudios, accedan a un trabajo de baja calidad, lo que aumenta su vulnerabilidad frente a la pobreza, la exclusión y la dependencia. Es decir, es una maternidad que -en la mayoría de los casos- condena a las adolescentes a abandonar sus proyectos de vida.

“Se trata de una situación crítica que expone a la adolescente a una realidad que limita sus oportunidades de un desarrollo integral, del pleno ejercicio de sus derechos y de su contribución a una agenda de desarrollo afín con sus necesidades e intereses”, señaló la Representante del UNFPA en Bolivia, Ana Angarita.

“Todos y todas tenemos que ser vigilantes, en las escuelas, servicios de salud, en la comunidad, en nuestros hogares y en todos los espacios, para prevenir y evitar que estas adolescentes pierdan la posibilidad de liderar sus propias vidas al convertirse en madres a tan temprana edad”, añadió.

El porcentaje de adolescentes entre 15 y 19 años que ya son madres o están embarazadas por primera vez ha aumentado en el país, de 14% en 1998 a 18% en 2008, según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud de esos dos periodos. Entre 2010 y 2011 el embarazo siguió en aumento hasta alcanzar el 25% en edades comprendidas entre los 12 y 18 años, según datos del Plan Plurinacional de Prevención del Embarazo en Adolescentes y Jóvenes 2015-2020.

Según el Sistema Nacional de Información en Salud (SNIS), en 2013 se registraron más de 90 mil embarazos en mujeres menores de 20 años, lo que significa que se presentaron 246 embarazos por día en este rango de edad.

De acuerdo con datos del Censo 2012, 65.947 adolescentes declararon que tuvieron al menos un hijo, es decir, el 12 por ciento de las adolescentes bolivianas en el momento del Censo declaró ser madre.

Del total de esas madres adolescentes, 41.585 viven en las ciudades y 24.362 en el área rural, cuyos partos habrían sido atendidos mayoritariamente en centros de salud (90% en el caso del área urbana y 66% en el área rural). Aunque preferentemente los partos de las adolescentes se atendieron en centros de salud, todavía en el área rural el 30% de esos partos se atendió en un domicilio.

Maternidad solitaria y con discriminación

Según estudios cualitativos realizados por el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), la vida de las y los adolescentes que se convierten en madres o padres cambia radicalmente desde el embarazo. Las adolescentes sienten que sus planes de ser bachilleres y profesionales se desvanecen o deben postergarse para asumir responsabilidades relacionadas con la crianza de su hijo o hija.

Cuando temen estar embarazadas, existe un periodo de negación del embarazo, de tal manera, que hasta el último momento esperan que sea una falsa alarma.

El anuncio de su maternidad no es una buena noticia. Uno de los peores momentos para ellas es cuando deben comunicar del embarazo a sus padres, que en casi todos los casos reaccionan de manera adversa. Hay varios testimonios que evidencian que en algunos casos, incluso la madre de la adolescente, es culpada por el padre por no haber “educado bien” a su hija. En el caso de sus parejas varones, en la mayoría de los casos no asumen su paternidad o son enviados al cuartel por sus padres como castigo.

La situación mejora un poco cuando nace el bebé. Cuando la madre adolescente permanece en la casa de sus padres cuenta con mayor apoyo y es más probable que continúe sus estudios, al menos hasta el bachillerato. En cambio cuando van a vivir con su pareja o en la casa de sus suegros, la probabilidad es menor porque deben trabajar o asumir mayores responsabilidades domésticas.

En pocos casos, las adolescentes afirman que tener un hijo las impulsó para seguir estudiando y “salir adelante”. En todo este proceso, se presentan situaciones de discriminación hacia ellas, tanto en el colegio como en los centros de salud. Aunque se ven menos casos de expulsión de adolescentes por el embarazo, todavía hay testimonios que lo evidencian. Pero también hay una suerte de auto-discriminación que las lleva al aislamiento social porque sienten que “las miran mal” y que no pueden hacer las mismas actividades que sus amigas y amigos de la misma edad.

No tienen el control de la crianza de sus hijos. Los testimonios de las madres adolescentes muestran en varios casos que sus madres o suegras asumen el mando en la crianza de los bebés alegando la inexperiencia de las adolescentes.

En varios casos el embarazo adolescente es producto de una violación tanto por sus parejas o por una persona cercana a su entorno familiar.

La urgencia de prevenir

Los estudios del UNFPA evidencian que los padres no hablan con sus hijos sobre sexualidad, no saben cómo hacerlo. Sólo cuando se presenta el embarazo tratan el tema con tono recriminatorio. Algunos consideran que si hablan de este tema despertarán la curiosidad de sus hijos y será contraproducente.

Las y los adolescentes no cuentan con información exacta sobre los métodos anticonceptivos modernos. La mayoría usa el método tradicional del calendario pero incluso desconocen a cabalidad su funcionamiento.

La prueba de amor sigue siendo una forma de presión de la pareja para el inicio de las relaciones sexuales.

La educación sexual integral no está del todo presente en los colegios. Los centros educativos no son referentes de información sobre sexualidad y derechos reproductivos para las y los adolescentes. Sus referentes son sus amigas y amigos.

Los centros de salud dan orientación sobre métodos anticonceptivos para prevenir el segundo embarazo, pero las jóvenes madres siguen optando por métodos naturales como el calendario o la lactancia materna.